Los Realejos es uno de los lugares más hermosos del Norte de Tenerife. Aquí, a la belleza de los paisajes, se une un rico patrimonio histórico-artístico. Se encuentra a 41 kilómetros de la capital, en mitad del fértil valle de La Orotava.
Distintas leyes ambientales protegen una buena parte de sus 57 kilómetros cuadrados de extensión. Y sus dos cascos históricos –Realejo Alto y Realejo Bajo–, unificados a mediados del siglo XX, fueron declarados Bienes de Interés Cultural.
Los Realejos es también un destino único a la hora de realizar deportes en la naturaleza, con una amplia red de rutas para senderismo, bellos miradores desde donde lanzarse en parapente, y playas salvajes donde practicar windsurf.
A todo esto, ha de añadirse un hecho tan curioso como digno de ser celebrado. Los Realejos es el municipio con más fiestas de España —cerca de un centenar al año—, por lo que vuestra visita, muy probablemente, coincidirá con alguna de sus celebraciones.
El encantador pueblo
El territorio sobre el que hoy se despliegan las callejuelas de Los Realejos formó parte, en época anterior a la conquista castellana del siglo XV, del Menceyato de Taoro, el territorio más poderoso de los nueve que conformaban la isla de Tenerife bajo dominio guanche.
En el entramado de empinadas calles del municipio, el visitante se va encontrando con numerosos puntos de interés. En Realejo Alto, el núcleo más alejado de la costa, se encuentra la casa donde nació, en 1731, el escritor Viera y Clavijo. Hoy en día el edificio alberga la biblioteca pública del pueblo. Compartiendo plaza con la ilustre casa, está la Iglesia Matriz de Santiago Apóstol.
Y ya en el Realejo Bajo, se encuentra otra joya del patrimonio arquitectónico realejero: la Hacienda de los Príncipes. Fue mandada a construir en el siglo XV por el primer gobernador de Tenerife, Alonso Fernández de Lugo. A su alrededor se encuentran otras construcciones de interés, pero si lo que se busca es naturaleza, el viajero no se sentirá defraudado.
Una zona protegida
Bellos miradores y playas salvajes aguardan en esta zona. Playa del Socorro y playa de la Fajana, resultan impresionantes. Y deslumbra la zona protegida de Rambla de Castro. Un entorno colmado de palmerales canarios, tabaibales y dragos.
Descendiendo cada vez más hacia el mar, se descubre la ermita de San Pedro, construida en el siglo XVIII en lo alto de un acantilado. Sorprende asimismo la casona de los Castro, antigua hacienda del siglo XVI, reconvertida en centro de visitantes. Y más adelante, el fortín de San Fernando, un magnífico ejemplo de fortaleza defensiva construida para frenar las incursiones de piratas de los siglos XVI y XVII.