En una isla volcánica como lo es Tenerife lo habitual sería encontrar playas de arena negra. Sin embargo, hay zonas de la isla que cuentan con playas de arenas doradas. La playa de Diego Hernández es una de ellas, se trata de una de esas joyas ocultas al turismo masivo que muy pocos logran descubrir.
Y se dice que está oculta porque no hay carreteras que brinden acceso al paraje, no hay hoteles a su alrededor, no hay servicios, ni siquiera socorristas. Hablamos de una playa virgen en la que da gusto estar. Las laderas que lo rodean están salpicadas de cardones y tabaibas, vegetación característica de las zonas costeras de las islas Canarias.
La zona ha sido declarada como Sitio de Interés Científico debido a la presencia de vegetación halófila, o dicho de otra manera, vegetación adaptada a los suelos salinos, que atraen a especies de aves marinas y migratorias. Mar adentro otro vergel, numerosos cetáceos viven de forma permanente en la franja marina de Teno-Rasca, zona ZEC (Zona Especial de Conservación).
Un paraíso de arenas doradas
Con esta carta de presentación pocos se resisten al encanto de esta playa de arena dorada, en la que el nudismo está a la orden del día. Niños y mayores disfrutan de una de las zonas vírgenes de la costa sur de Tenerife.
Afortunadamente el acceso no es para cualquiera, hay que caminar cierta distancia, por lo que puedes tener por seguro que la afluencia de turistas es poca. En verano se puede decir que encontrarás más bañistas pero en invierno no serán más que un puñado de personas las que ocupen el espacio de arena con marea baja.
El sendero hacia la playa de Diego Hernández es fácil e intuitivo. En el camino se divide en decenas de bifurcaciones pero todas llevan al mismo lugar. Solo se debe seguir recto hacia el mar. No hay peligro ni excesiva dificultad pero si llevas zapato cerrado será mejor.
Fuente: Lagavetavoladora